jueves, 20 de octubre de 2016

Día de muertos.


   Para caminar es bonito primero volar
lo malo que a veces te caes y te lastimas tan fuerte
entonces hacerlo con seguridad cuesta la vida entera.


Era la noche, rutina de todos los días, aquel Otoño Bartolo el “Ayayay” Se hacía la pregunta mental de ¿Qué objeto tiene una vida así? Tan sin motivos y sin la vida misma tomó rumbo al centro de la ciudad de México, músico integrante de un trio (del cuál también era el caimán), sus pasos pintaban todo de gris por las calles que caminaba, él rumbo era definido como siempre, si, para ganarse la vida pero ya se le había perdido esa chispa que al encender detona en colores y proyectos, muy apunto de que su vida pasara de un gris opaco a un oscuro casi negro nunca dejo de ser un buen padre y un regular esposo, eran días de escaso trabajo en la plaza Garibaldi, a veces hueseaban en los restaurantes de comida china de la calle de Tacuba ¿A ver si el Caíto no llega tarde?
En sincronía con Carlos “Caíto” el tresillo del grupo, oriundo del Estado de México, de uno cincuenta y cinco de estatura tomaba un colectivo al metro de la línea ”A” para llegar a la cita de todos los días en Garibaldi.
El compositor del grupo Paco “el Checumbele” jarocho, admirador de Benny Moré y segunda guitarra vive en la calle de Donceles en una vecindad de renta congelada habitando un cuartito de tres por cuatro donde un colchón infestado de chinches, dos sillas de madera y un anafre reinaban esa vida medio llena y medio vacía.
La esquina en la calle de Tacuba y avenida eje central siempre tan monótona para los músicos esa noche parecía todavía mas abandonada, el Ayayay fielmente esperaba guitarra en mano envuelta en una funda de terciopelo negro, siempre era el primero en llegar.

Casi siempre Caíto llegaba después, por lo regular poniendo un pretexto de cualquier cosa, el chiste era justificar esa maña de llegar siempre tarde, el Checumbele habitualmente llegaba veinte minutos retrasado, en muchas ocasiones Caíto y el Ayayay tenían que ir a buscarlo a la vecindad con los pasos aprisa llenos de “si, no fuera trío ya lo hubiéramos mandado a la fregada” nunca lo hacían, era buen guitarrista de acompañamiento y aligeraba la noche con su relajo jarocho.
El Ayayay los recibía con una tibia sonrisa dibujada casi en la banqueta, Caíto siempre sonriente llegaba saludando muy cordial y con muy buen ánimo, era quien rescataba un poco la buena vibra, la actitud venia de parte del Checumbele aunque tras esas energías siempre se quedaban entre la mitad y el fin de sus escasos mundos ocultos llenos de vacíos, vidas huecas a punto de romperse por la frustración e impotencia de lo medio material y después por ese factor humano que hace implosión en los límites del colapso y el ya merito de aquellos jornadas del Otoño donde tanto los días como las medias noches son de atmosferas un poco simples y con ese murmullo de nuestros adentros que nos guía para no perder una vida entera arrastrando las de nuestros íntimos y nosotros .

Tres historias distintas venidas a menos con un final que en estas fechas parece indigno y que de las riendas de la vida misma, romperán el tiempo de su existencia.


Vida
La oxidada pistola Pietro Veretta calibre veinticinco caía lentamente sobre el taburete de madera semi podrida en la habitación de Paco el Checumbele, el arma se la había encontrado una noche después de una serenata muy cerca de Tacuba.
Simplemente se encasquilló al momento que el guitarrista del trio “Los tres” se intentó dar un tiro en la boca, tuvo que ir a Tepito a conseguir los tiros pero nunca la disparó hasta ese momento.
Su situación nunca fue fácil, no era un tipo de andar dando y acabando, el, concreto y realista, tanto que descubrió a su mujer con otro hombre y abandonó la costa de Veracruz desecho y lleno de dolor, antes de eso su cosecha de maíz se perdió por completo en aquella inundación donde no le quedó mas que la tierra y la palma de las manos.

Era un Domingo cuando el veracruzano llegó a la terminal del ADO, guitarra en mano busco el sitio que todos tenemos en la capital y no lo encontró, después de caminar y caminar por las calles de la ciudad y dormir en la calle varias noches de mucho frío del mes de Febrero.
Por algunos días se presentó ante el publico del metro en cuanta línea le permitiera ganar para un taco, días después conoció a varios ambulantes que le sugirieron rentar un cuartito en el centro histórico, el líder de los ambulantes de la línea dos por motivos de política le pidió amablemente que ya no cantara mas por ahí, ya con el suficiente dinero para rentar un mes en la calle Donceles y con algunos pesos extras para medio comer, descubrió que no tenia cama ,ni agua potable, se sentó en una de las esquinas y se durmió toda la tarde y a media noche caminó hacia la plaza Garibaldi, casi al llegar a la calle Tacuba y eje central dos tipos lo abordaron intentándole quitar la guitarra, lo golpearon muy fuerte y el protegía mas que su integridad física a su instrumento, fue ahí donde conoció al Ayayay quien venia en una camioneta Chevrolet de esas de funeraria adaptada para mariachis, que al ver a un compañero en desgracia decidieron defenderlo, bien lo recuerda el Ayayay cuando el copiloto de la camioneta le gritó al que venia manejando.
¡Párate wey, están atracando a ese compa, le quieren quitar su guitarra!
Se bajaron todos los mariachis y enfrentaron a sombrerazos y gritos a los ladrones, impidieron el asalto, recogieron al amigo en desgracia ensangrentado y con un ojo morado.
Parate carnal ¿Estas bien?
El Checumbele respondió.
Si, gracias, ni dinero traigo, querían la guitarra.

La casa estaba como todos los días, de todos modos el Ayayay seguía sentado en el sofá de la casi sala en la casi estancia, la mujer y los hijos estaban en el mercado haciendo milagros con lo que la pobreza nos pone de prueba, el miembro guitarrero de un grupo de mariachis de quinta en Garibaldi Se levantó del sofá muy a la fuerza y se preparó para ir a trabajar la noche, si bien le iba dando serenatas y mal tocándole a borrachos en los bares de ahí cerca.
Aunque sentía cariño y respeto por todos los músicos, no le agradaba del todo pertenecer a un grupo de mariachis y mucho meno ser sólo guitarra de acompañamiento, en realidad le apasionaba formar y ser parte de un trío, era esa una de las razones de seguir vivo, la otra razón era su familia, aunque ese cariño se había resquebrajado con los años, la falta de comunicación y según el, la indiferencia y poco interés de los suyos a su profesión a veces hasta llegó a pensar que se avergonzaban de el, esa noche había un acuerdo de ir a tocar a una boda y después regresar a Garibaldi por si caía algo mas y sacar un poco de pesos extras y hacerle la vida mas llevadera a su familia.
Esa noche de regreso sobre eje central vieron un atraco en progreso a un colega, la rata le quería quitar su guitarra y el la defendía como a su vida, eso les hizo ir a tratar de ayudarlo.
Eran las cinco de la mañana y Caíto salía de su casa en Cd. Neza a tocar en bares de Los Reyes la paz y Chimalhuacán, de cantina en cantina el buen Caíto se ganaba unos pesos para comprar un kilo de tortillas y una lata de sardinas, ya luego las comía en cualquier parque o esquina, pasó la tarde noche dormido en la inmundicia de su vivienda, aburrido decidió ir a Garibaldi a escuchar de lejecitos a los músicos e imaginarse pertenecer a un grupo.
En el eje central vio una escena bastante singular, un grupo de mariachis hacían frente a dos maleantes que  segundos antes intentaban robar a un tipo su guitarra, corrió para auxiliar al individuo en desgracia.

Eran tres miserables vidas deseando la muerte de una manera hipócrita sin temor a equivocarse y con mucho mas dudas que lógicas, Tres muertes a medias, huecas sin mayor estímulo que el de la misma muerte. 









Muerte 
Esa tarde todo era absolutamente aburrido, sin contrataciones y sin expectativas de conseguir serenatas, “Los tres “ platican de la vida mientras que un extraño trajeado se les acercó como la bruma,  como cuando la neblina aparece de repente por las calles de Xalapa, como cuando el mar de fondo baña el Pacífico, apareció de la nada y se aproximó a ellos con mucha seriedad y solemnidad, les preguntó. 
¿Son ustedes el trío “Los Tres “? Me los recomendó alguien y vengo a contratarlos para hoy en la noche.
Los Tres quedaron un poco sorprendidos, en primera porque nadie los había recomendado nunca,  segunda, esa semana el trabajo había estado muy flojo y tercera, eran un trío mediocre que no estaban acostumbrados a elogios aunque sea de alguien tan parco como el  individuo que los estaba contratarlos 
El Ayayay como portavoz de Los Tres y su caimán, fue el encargado tímidamente de responder a tal contratación. 
Si, como no, la quiere por canción o por hora la serenata. 
El desconocido respondió de una forma bastante clara
No es una serenata, es una fiesta, quisiera que amenizarán y ya, les doy la dirección  y algunas indicaciones, una de ellas y la más importante, es que no hablen con nadie de los invitados y anfitriones, si quieren algo, lo que sea diríjanse a mi,  solo a mi,  yo me haré cargo de todo, les voy a pagar por adelantado una parte y al terminar recibirán el resto,  todas las canciones serán a petición de los invitados y les repito “No pueden ustedes hablar con ellos”
Dio la media vuelta y en una hoja de papel bond blanca les dejo :
Ricardo Fernán Daza, anfitrión 
Calle, Ferrocarriles nacionales de México, número 77 bis a una cuadra de Av. México – Tacuba,  cerca del metro Tacuba colonia Clavería. 
Diez de la noche,  sean puntuales por favor. 
También les dejo enrollados ocho billetes de $500 pesos como adelanto, Los Tres vieron como el individuo se desvaneció en el rumor de la afinación de varios instrumentos a lo ancho de la plaza Garibaldi. 
Emocionados, apenas y tuvieron tiempo de medio arreglarse, aunque aparentemente siempre estaban listos para las serenatas nunca habrían imaginado un evento así,  amenizar ellos tres una fiesta buena parte de la noche. 
Entraron al baño de una fonda del lugar y se miraron los tres al espejo donde sus reflejos se veían con ese golpe de realidad que sólo la luz de tarde noche les podría dar. 
Caíto incrédulo y bastante pesimista empezó a dar patadas de mediocridad, oye, le preguntó al Ayayay 
¿Nunca quedaste en cuanto amenizaríamos la velada, y si nos tienen ahí hasta la madrugada? 
El Ayayay le respondió. 
No seas cabrón Caíto, tan solo el adelanto es más de lo que nos hemos ganado esta semana, ya lo demás será ganancia ¿No lo crees? 
El Checumbele siempre reflexivo agregó. 
No se les olvide que no podemos hablar con nadie,  eso para mi es bastante ya que estoy harto de por lo menos estos días  lidiar con borrachos impertinentes y gente prepotente. 
Decidieron abordar el metro a las nueve en punto para estar en el lugar algunos minutos antes. 
En pocos minutos estaban en la estación del metro Tacuba caminando hacia la calle de Ferrocarriles nacionales de México con la calle Mar del Norte, ya en la esquina con muchos minutos de anticipación el trío dibujaba una silueta obra de un viejo farol que parecía de los años cuarentas, la calle común y corriente parecía ser muy tranquila,  algunos vecinos llegaban y otros salían de sus viviendas, poca gente por la banqueta y si un gris más por lo oscuro de la noche y la escasa iluminación pública, también había una vía de tren en desuso, Los Tres esperaron pacientemente, el Ayayay empezó a fumar, Caíto afinada se tresillo y el Checumbele parecía más retraído mirando a la puerta de aquella calle de Ferrocarriles número 77 bis, justo al cinco para las diez se asomo el desconocido desde la puerta y con una señal de su mano derecha les ordenó acercarse, el Checumbele que no dejaba de mirar hacia la casa, les advirtió a los tres y les dijo. 
Órale,  ya estuvo, nos está llamando, necesitamos ser puntuales. 
El Ayayay apagó su cigarro y Caíto se armó de su tresillo, caminaron unos metros y llegaron con unos segundos de anticipación a las diez de la noche, el desconocido que los contrató lucia el mismo traje y la misma expresión desentonada pero muy impositiva y muy seria, sin decir palabra, les abrió la puerta y les dio  la espalda,  caminó  algunos pasos, volteó y los miro y con la misma manos les hizo la señal de vengan, es por aquí, Los Tres lo siguieron por un pequeño jardín hasta llegar a un corredor de entrada a la estancia, era una vivienda mediana por fuera pero por dentro la estancia era muy espaciosa, más o menos de diez por doce metros, decorada de tres sofás grandes y algunas sillas de madera muy bien trabajadas pero algo viejas, había aproximadamente unas treinta personas totalmente desconocidas y algunas de ellas de espaldas.  El anfitrión que los contrató  les busco un lugar para que amenizaran. 
Les repito, por favor no hablen con nadie, las personas me irán diciendo sus peticiones y yo se las haré saber a ustedes, aquí está su resto del pago y espero sea suficiente,  tal vez acabe la fiesta muy entrada la madrugada, supongo que no tendrán problemas para encontrar transporte al amanecer, en unos minutos les daré una indicación para que inicien la música,  empiecen con “Ya no estás” de Álvaro Carrillo.
El lugar para tocar era una casi esquina de la gran estancia, Los Tres esperaron la señal para empezar a tocar. 
Fue una mirada profunda y Los músicos, Los Tres tomaron aire, todo fue muy rápido, el desconocido anfitrión levantó la mano izquierda y con el dedo índice señaló la improvisada pista de baile, el trío empezó a tocar y la gente de inmediato se levantó a bailar. 
Lo músicos vestidos de saco con pantalones no coordinados de tela de diferente color, con ropa limpia pero vieja desentonaban un poco con los in invitados que vestidos elegantemente casi todos  en color de tonos grises.
Las damas vestidas de sastre en coordinados más parecidos a Chanel de los años cincuenta, Los hombres de traje y corbata, las parejas en su mayoría jóvenes y solo algunos invitados daban la apariencia de madurez, rostros alegres y con un murmullo inaudible siempre entre canción y canción, al paso de la noche el cansancio parecía ser solo de los músicos quienes llenos de sudor y sorprendidos de que los invitados estaban como si nada, a veces se hacían pausas de uno o dos minutos mientras el anfitrión recibía peticiones de los invitados siempre secreteando, el se acercaba e informaba a los músicos de cual canción tendrían que tocar en seguida, a media noche el anfitrión les dejo una mesita circular y sobre de ella una botella de tequila. 
Sírvanse señores pero moderadamente para  que aguanten la noche, al rato les traigo café,  en una hora tendrán un tiempo para descansar pero creo que tendrán que seguir hasta entrada la mañana, ya ahí,  les daré una propina extra. 
Tocaron canciones y canciones, boleros y boleros, algunos sones, guapangos adaptados al trío, Los Tres un poco cansados pero muy satisfechos ya que a ellos les dijeron a tocar y seguían tocando. 
La media noche llego y acabaron de interpretar “El Jibarito”, el anfitrión se acercó y les cumplió lo prometido. 
Señores, pueden si lo desean descansar un rato, ahora mismo les traigo café y galletas,  recuerden que no pueden hablar con los invitados, sírvanse a su gusto y si quieren algo, lo que sea, diríjanse a mi. 
El Checumbele se sentó  en una vieja silla de madera y se quitó el saco, Caíto no paraba de afinar su tresillo y el Ayayay le daba un golpe de garganta a una copa de tequila, tomaron café cargado y un poco de agua, después de unos minutos el anfitrión se acercó y les preguntó que otra cosa se les ofrecía, el Ayayay y Caíto le pidieron permiso para utilizar el sanitario, les indicó el clásico “al fondo a la derecha”,  una vez incorporados, un poco descansados casi al punto de las doce cuarenta de la media noche, el desconocido anfitrión se les dirigió a Los Tres con algunas palabras. 
Esta vez si gustan pueden tocar algunas canciones repetidas, si hay alguna petición se las haré saber, cada año en estas fechas doy esta fiesta en honor de todos mis invitados para recordarlos todo el año con gusto. 
El Ayayay le pregunto a modo de comentario. 
A veces no tiene uno oportunidad de ver a las personas apreciadas o queridas y esta reunión es supongo ¿Un buen pretexto para reconocerles su amistad? 
El desconocido lo miró a los ojos y le contesto de una manera muy propia. 
Representan muchas cosas, a lo largo del año los recuerdo y los venero, todos ellos significan algo,  uno nunca sabe hasta cuando estaremos en este mundo,  entonces la mejor forma de entender la muerte es vivir muy bien la vida… 
Los Tres quedaron con esa expresión de reflexión un tanto vagabunda en sus adentros y de re ojo miraban como algunos invitados recogían sus abrigos y se disponían a abandonar la fiesta, al mismo tiempo otras personas eran recibidas por el anfitrión e invitadas a integrarse. 
Empezaron con un popurrí de viejas canciones de diferentes autores, al cabo de dos horas los festejados que se quedaron y los que fueron llegando después de media noche, se notaban muy divertidos, de vez en vez el misterioso anfitrión hacia uso de la palabra con Los Tres y les pedía alguna canción a gusto de los invitados, siempre fueron complacidos ya que los músicos tenían un repertorio muy bien estructurado y extenso,  aquellas horas de ensayos estaban rindiendo su fruto,  nunca antes les habían pedido ciertas canciones que ellos ensayaban por puro placer, melodías viejas ya fuera un poco del gusto de los jóvenes y a veces desconocidas, curiosamente en esa fiesta todas y cada una de esas piezas musicales fueron pedidas. 
Algo que a Los Tres se les  hizo muy extraño fue que entre las dos y media de la madrugada se acercó el anfitrión y pidió una canción original, el Ayayay se vio reflejado en sus ojos y miró fijamente al Checumbele que era el compositor del trío y el mismo le contestó con una mirada de ¡Claro, es la oportunidad que estaba esperando! En un minuto les hizo conocer el tono y el ritmo, de la letra me encargo yo, les iré marcando los tiempos con la mirada, ustedes síganme. 
La canción era buena, un tanto auto biográfica y de cortarse las venas pero le imprimieron un ritmo alegre.
Los Tres tocaban su primer canción original que compuso el Checumbele, al hacerlo se relajaron y soltaron un poco esa alegría que traían muy escondida, simplemente el Checumbele no lo podía creer, hasta pensó primero ver a una tía hermana de su padre que crió unos años  de su infancia hasta que desafortunadamente falleció de un cáncer terminal,  ella siempre fue muy cariñosa con el y por eso siempre la recordaba con gusto, unos  segundos después solo creyó  haberla confundido con una mujer joven que bailaba con un caballero de pantalón beige y una camisa azul, cada milésima de segundo que el miraba a la gente para observar su reacción para con su canción, se le hacía más parecida la invitada a su tía, siempre tuvo muy presente esa sonrisa donde su tía movía su cabeza ligeramente hacia atrás y su cabello lacio negro se balanceaba, esa mirada de paz y de cariño nunca la pudo olvidar, fue cuando la mirada del Checumbele se perdió en la sonrisa de la invitada, no sólo era idéntica a la de su tía sino que en realidad era su tía fallecida quien bailaba con un desconocido y lo estaba dejando frío. 
Caíto, Siempre extrañaba a su abuelo paterno, el le enseño a tocar el tresillo, lamentablemente falleció a una edad madura en una trifulca de cantina, una bala pérdida le quitó la vida a su abuelo y el quedo con muchas ganas de que el señor lo viera tocar ante un público. 
El músico seguía con naturalidad los acordes y la letra del Checumbele, fue el instante en que más a gusto se sintió esa velada, dejó un poco la concentración en sus acordes y miró a su público bailando al son de esa canción original, de entre la gente al fondo un hombre de unos cincuenta y cinco años lo miraba con una muy franca sonrisa, en ese caso, lo reconoció al instante, era su abuelo viéndolo tocar ante un público, sus lágrimas empezaron a emanar de unos ojos irritados de tanto desvelo, el hombre platicaba con otras personas y miraba con orgullo a Caíto. 
El Ayayay siempre estuvo enamorado platónica mente de una vecina veinte años mayor que el,  ella siempre al ver al niño jugando canicas en la calle de aquel barrio le decía “hey Bartolo, mi novio” el niño se sentía soñado y nunca más volvió a sentirse así, eran las sensaciones y momentos que añoraba, que con su familia no tenía y que resignado creía jamás volver a tenerlos, ella con un vestido rojo, bailaba en el centro de la estancia, rubia de cabello a los hombros y de carácter singularmente alegre, bailaba al son de los acordes de Bartolo el Ayayay, el pensó que era un buen recuerdo, al principio recordó como ella lo tomaba de la mano esa última vez antes del accidente donde ella falleció al regresar de trabajar en el centro de la ciudad, sus últimas palabras para el fueron “regreso al rato, te traeré chocolates” jamás la volvió a ver con vida hasta esa noche, que en un principio no sabía si la confundía o la reconocía, ella bailaba la canción original del Checumbele y le sonreía a su pareja de baile igual que lo hacía con el de niño, el Ayayay pasó de la sorpresa al gusto y de nostalgia al miedo,  estaba  viendo bailar a su amor platónico de niño y el estaba tocando la música, a mitad de la canción Los Tres empezaron a cruzar las mismas miradas,  cada quien exploraba su lado interno,  a su recuerdo,  al amor y al abandono, a las ausencias,  para ese momento esporádicamente ya no sabían si era realidad o desvarío, el trío estaban experimentado una vivencia divinamente sobre natural. 
No solo un músico, Los Tres veían su propia realidad de su respectivo pasado, no era coincidencia.
Casi al terminar la canción Los Tres se miraban con los ojos pelones entre ellos, se comunicaban de una manera como advirtiendo algo, como si pasaran cosas, experiencias extraordinarias desde la perspectiva y óptica de cada uno, temerosamente el Checumbele anunció a sus amigos con unas notas de su guitarra el final de la canción, mientras esos segundos seguían siendo totalmente mágicos para ellos,  sus respectivos seres queridos no los miraban,  solamente disfrutaban y bailaban su música, a unos instantes de la última nota el miedo era menos y cierto grado de paz invadía a Los Tres, esa misma paz que les transmitían sus muertos, al terminar la melodía cada quien miró a sus difuntos, esos que bailaron su música y en un impulso involuntario el Ayayay esbozó un recuerdo, el de su amor platónico de la infancia, casi sin aliento pronunció muy despacito su nombre buscando sus ojos. 
Laura. 
Ella volteó, lo miró con cierta alegría y picardía,  parecía reconocerlo aunque el ya no era un niño y ahí paso todo. 
Sintieron  un ligero mareo, un desmayo repentino Los Tres y todo se desvaneció. 



Regreso 
El ex valle de Texcoco es el lecho seco de un gran lago, llamado del mismo nombre, muy cerca de la laguneta artificial “Nabor Carrillo” a las ocho de la mañana Caíto yacía desmayado en un claro salitroso y seco lleno de cuarteaduras en la tierra, sus ropas estaban desgarradas y le faltaba el zapato izquierdo, el sol le tocaba el rostro ya hacia varios minutos,  algunas moscas panteoneras rondaban por su resuello agrio de desvelo.

El parque de los Dínamos al Sur Poniente de la ciudad de México es una extensión de bosque llena de cañadas y en algunos puntos es casi inaccesible. 
El Ayayay boca abajo con las ropas hechas hilo estaba rodeado de gente, personas que habitualmente salen todas las mañanas a correr por ese paraje,  Los teléfonos celulares no paraban de sonar y de ser utilizados. 
un hombre de unos cuarenta y tantos, con las ropas hechas trizas y sin calzado. 
Era lo que repetía ya por segunda vez una señorita que un tanto nerviosa le indicaba al parecer a protección civil o la Cruz roja. 
Si, parece que respira,  no se ve golpeado ni mal herido.
Respondía otra persona que lo miraba al rostro tal vez tratándolo de reconocer, el Ayayay yacía arriba de su guitarra intacta, solo que está no se veía muy bien. 
Caíto, se levantó de a pedacitos, no podía creer lo poco que recordaba, al cabo de algunos minutos logró sentarse en cuclillas y descubrió a unos metros de el su tresillo totalmente intacto, medio arrastrándose por la debilidad fue por el, a cada momento se recordaba lo sucedido y ya empezaba a preocuparse por sus amigos que no los veía cerca. 
¿Y el Ayayay, y el Checumbele?

En lo más alto del Ajusco, a la salida a Cuernavaca, donde a veces por la temporada de Diciembre y Enero cae nieve, estaba el Checumbele medio colgado de una rama de un gran Oyamel  y su guitarra abajo, como si alguien la hubiera colocado recargada al pie del árbol, valla pues, casi a punto de fotografía, el jarocho estaba más sorprendido por el lugar donde amaneció que por el lugar donde yacían sus recuerdos de la noche y madrugada pasadas, intentó incorporarse pero sus pies no tocaban más que aire, también sus ropas estaban hechas estambre y el si tenía puestos sus zapatos pero sin una agujeta, empezó a tomar decisiones de como bajar de esos aproximadamente cinco metros de altura, descubrió que podía balancearse y llegar hasta otra rama menor y de ahí sería solo un salto de unos dos metros y así lo hizo. 
Caíto como pudo, tresillo en mano camino por la autopista a Texcoco rumbo al Bordo de Xochiaca,  conocía de pasada la zona y sabía que llegaría a casa por ahí,  su aspecto era terrible, sin heridas ni lesiones solo con un mareo constante que quitaría un muy buen baño que ya añoraba, un trailero que lo vio metros antes y llevaba el mismo rumbo se le empareja y le dijo. 
¿Quiubu paisa, todo bien, te llevo?

En la Cruz Roja de la delegación Cuajimalpa el Ayayay daba fe y testimonio del por que apareció  en Los Dínamos en esas circunstancias, tubo que decir una gran mentira ya que la verdad solo se la iban a creer los del trío, después de dos horas y de hacerle todo tipo de preguntas y de exámenes médicos salió a la calle por su propio pie. 
Caíto luego de atravesar todo el Oriente de la ciudad, entro a su casa y se dio una ducha de agua fría que duró un montón de minutos con recuerdos frescos y a la fuerza más rasgados que sus ropas en el bote de la basura. 
Después de tres intentos el Checumbele logró bajar del árbol y poder tomar su guitarra, caminó sin rumbo por lo desconocido del lugar, al final llegó por puro instinto y suerte a la carretera México -  Cuernavaca y la personas lo confundían con algún borrachín, en realidad el no estaba para apariencias ni para poses, lo único que traía en la mente eran los recuerdos y su guitarra en las manos, todo lo demás parecía importarle muy poco. 
El Ayayay regreso a casa con ropa distinta a la cual salió, su mujer y sus hijos ni lo pelaron ya que ese estilo de vida era el que tenía,  salir de tarde y llegar de madrugada o a medio día, era tal su sentimiento que abrazo a los suyos con mucho cariño,  ellos se sorprendieron muy poco y lo rechazaron o simplemente no sintieron nada,  era una familia muy simplona entre ellos y el Ayayay había contribuido con ello así que no podía ni a reclamarse a si mismo.

El Checumbele caminó todo Av. Tlalpan y llegó al centro histórico de la ciudad de México,  entró a su inmunda habitación y se sentó en el viejo colchón donde un día intentó quitarse la vida, sacó la pistola del viejo cajón donde la guardaba y la envolvió en sus ropas rasgados,  todo lo metió en una bolsa y lo tiro a la basura. 
El medio día se movía tan bello por esta ciudad,  el sol se integraba en un cielo azul con nubes gordas llenas de blancos y tonos de grises, la ciudad era más colorida y las personas se disponían a entregar la tarde en bandeja de plata a otro día más. 






Oportunidad
No siempre puedes o tienes una nueva oportunidad de vida, así lo creemos, es cuando llegan cosas materiales o conocemos gente nueva, una nueva forma de empezar todo de nuevo es en el momento en que por fin recuerdas de que forma eras feliz, de los pequeños detalles y las cosas simples, de la felicidad todo el tiempo y claro recordar el momento exacto en que todo se fue, redescubrir el por que de las cosas y el como de las soluciones, la vida en las buenas es bella y cuando todo se sale de control y no nos deja seguir disfrutando lo tomamos como algo malo y nosotros mismos le damos el valor a esa energía negativa que nos lleva de la mano por el resto de nuestra vida, no se puede ser tan insensible para no hacer caso a nuestras desgracias, debemos de aceptar nuestra existencia  y estar dispuestos a entender el por qué de ese aprendizaje con los momentos oscuros, ya que cuando disfrutamos de los excesos pasamos muchas cosas por alto y ahí empiezan nuestros problemas sin querer, la vida tiene de todo y nos brinda todos los días la gran oportunidad de aprender de nuestras desventuras para hacer de nuestra vida una mejor forma de ser felices y hacer felices a las personas que amamos. 
Esa nueva opción, oportunidad se asomó dentro de cada uno de los tres, Los músicos que creían conocerse a si mismos difícilmente se conocían entre ellos, no se vieron toda una semana, tampoco se evitaron, simplemente se refugiaron en ellos mismos y descubrieron sus motivos y sus pérdidas, de ahí nacerán sus nuevas fuerzas y su lucha diaria por encontrar esa verdadera felicidad. 
El Ayayay caminaba por la calle con dos bolsas en cada mano, había decidido recomenzar en carpintería, una actividad que hace mucho tiempo le apasionaba inclusive un poco más que la música, llego a casa y adelantó un poco el arreglar la pieza que le serviría de taller, en esa semana disfrutó mucho a su familia, era extraño sentirlo como amigo de sus hijos y el marido del cual su mujer se pudo haber enamorado más, pero se estaban adaptando. 
Caíto buscó a su hijo del cual no sabía nada desde hace diez años atrás, su ex pareja se había ido a vivir a Colima y el músico tomó su tresillo y a punta de raites fue a buscar sus propias raíces, decidido a encontrar a su sangre, tomo camino más seguro que nunca y decidido a pedir perdón y resarcir todo el daño que pudo haber causado se enfrentó a un nuevo camino el cual ya no le daba miedo ni antipatía, tomo la decisión de darse una nueva oportunidad reparando lo que se pudiera. 
El Checumbele regreso a Veracruz, no tenía que huir de un lugar si alguien lo abandonó ya que ese abandono era para el, igual de cruel que el que a él le dieron, un abandono no se paga con otro abandono y menos a la tierra que nos ha dado la libertad de ser y de estar. 
No tenía que perdonar a nadie, ni de pedir perdón, esa paz que llegó tenía que ser parte de él y no de una falsa melancolía con una creatividad que ya no quería que emanara de un mal recuerdo sino que toda esa magia que nos hace ser distintos a los demás se refleje en lo más profundo de nosotros para poder regalar todo lo bueno que nos sobra a quien más falta le haga. 
La idea fue más que simple, trabajar la tierra de Veracruz y componer canciones, formar una familia y algún día volver a ver a los del trío. 
La misma esquina en el eje central y Tacuba esperó paciente algunas semanas para que el trío Los Tres se reunieran, la cita fue temprano, ocho de la mañana y Caíto que siempre era el último en llegar, apareció bajo la bruma de gente que camina a esa hora, el Ayayay llego a escasos minutos y El Checumbele igual, habían hablado brevemente y necesitaban ir al lugar que les cambió la vida, se dirigieron al metro Tacuba, caminaron cincuenta metros de día y quedaron petrificados al buscar el domicilio, la calle Ferrocarriles nacionales de México estaba sin vida, Los Tres quedaron mudos al mirar el domicilio, la casa estaba medio destruida, había pedazos de historias que no encajaban, esos minutos nadie paso por ahí, al parecer la casa tenía algunas décadas de abandono, no hubo manera de preguntar por que no había vecinos cerca,  las vías abandonadas del tren hacían parecer el ambiente un tanto más nostálgico, los músicos se miraron entre ellos y sonrieron, no dijeron nada porque no había mucho que decir con palabras, descubrieron esa mañana que esa experiencia les salvó y les  cambió la vida.

Todos los derechos reservados. 
Inductor. 
Germán Diego. 
México.

Con dedicación especial a mis muertos.

domingo, 28 de agosto de 2016

Herrería

Los herreros del pueblo por herencia y actitud eran los Barragán, nadie como ellos en todo el valle forjando fierros para marcar animales y reparar arados de la epoca del Tata Cardenas.
Esa noche la luna estaba tiernita como para sembrar cualquier hortaliza, la brisa rodaba tocando todas las ramas de los amates y sauces a la orilla del arrollo que su murmullo escondía cientos de karmas golpeados por las piedras cercanas a la comarca.
Cleto Barragán llegaba a casa después de visitar a un viejo amante que desde niño lo tocó de sus carnes y le gustó tanto que decidió callarlo para la gente pero gritarselo a si mismo por dentro todo el tiempo, don Carmelo, un viejo arriero, pedofilo, un poco maricón y terco fue el causante de que Cleto fuera gallo, gallina.

Cleto de treinta y tantos años ya, era tosco por su oficio de la herrería, aspero, de complexión mediana y piel ocre, bigote muy del tipo de mi General Zapata y ojos pequeños, todo eso en su puro aspecto pero en su trato era relajado, delicado y muy atento con los hombres, en especial con los jovenes, a las mujeres las trataba siempre con gusto pero siempre terminaba remitiendolas con su esposa Trini, una mujer simplona del hombligo para arriba de no ser por esas nalgas y piernas que de haber crecido de estatura algunos centímetros mas pudo haber sido una mujer escultural, simplona pero escultural, la mujer de uno de los herreros era muy callada, algo tonta y muy extraña con su trato para con los hombres, nadie entendía si su marido era de ida y vuelta por que ella era tan sumisa y cortante con los hombres.

Cleto dejo su sombrero en una silla vieja de fabricación casera, la silla donde nadie se sienta pero que todos la ocupan para algo, Cleto vió a su mujer en la cocina hirviendo café con canela en una olla mediana de barro y preparando la cena para sus hijos, si, Cleto había procreado como díos manda tres hijos con Trini donde ella solita los cuidaba y los atendía de buenas maneras.
Cleto caminó a la cocina y se sentó en una de las sillas que circundaban por ahí, Trini lo presintió y no dijo nada, el se quedo sentado y ella siguió preparando la cena y no se dijeron nada.

Los tres hijos varones de Cleto aparecieron de las penumbras de una milpa enorme de maíz, cansados y con unas miradas donde se pierde un poco la responsabilidad y el hambre, saludaron a Trini con un simple Mamá.
A Cleto lo vieron y solo le dedicaron una sonrrisa y un levantón de cejas, su padre con ellos era noble, paciente pero un tanto distante, a ellos les daba igual verlo la mayor parte del tiempo pero le guardaban respeto y cariño.
Cenaron de lo mas normal y se fueron a dormir, los hijos dormian en la sala y uno de ellos el mayor habia construido un cuartito en una orilla del lote donde descansaba y guardaba algo del excedente de maíz que podía vender para tener dinero y asi poder ir a las ferias de los poblados vecinos.

Trini se sentó a la orilla de la cama y Cleto acostado ya de bajo dos sabanas grises le miró la espalda a Trini diciéndole.
-Que bonito pelo tienes.
Trini le respondió,
-¿Lo viste hoy?
Cleto solo dijo moviendo la cabeza, si.
Ella se recosto de lado, su espalda se perdía en tamaño en comparación con sus caderas enormes y bien formadas, Cleto le acaricio la cintura suave mente y las nalgas de forma circular y cuando le tocaba las piernas le dijo.
- No dejes que esto se marchite, necesitas ser tocado por un hombre que te desee.
Rematando el comentario con una nalgada que sono en parte de la habitación como si fuera un punto y aparte.

Trini que en la cama era todo menos lo tonta que parecia en la calle le respondió.
- Ya para mis hijos es mucho saber que su papá es puto, no quiero que les digan que su mamá es una puta.

Cleto se volteo y le platico.
- Hoy José me vio en el camino que va al arrollo donde las mujeres van a lavar y me dijo.
- Que pinche puto ¿Le fuiste a lavar la ropa a tu mayate?

José Barragán el hermano menor de Cleto era un tipo inmaduro, bocón, burlón y muy poco se aguantaba cuando le tocaban las críticas.
José era casado, su mujer Nicolasa y el, no podían tener familia, el de oficio herrero y ella una mujer de oficio cabrona, problemática y de pilón bien puta.
Jose era delgado, trigueño y ojón, de voz aguda de buenas y grave de malas, estatura media y de manos toscas.
Nicolasa, chaparrita, nada agraciada pero con algo de personalidad y muy sociable, a todo decia que si.

- No, fuí con Paco el Zorgo, le estoy haciendo un refuerzo a la puerta de su pesebre para que la vaca regalada ya no se le salga mas.
José lo miró con una sonrisa de " Te haces pendejo"
- Ta bien pues hermano, voy a seguir con el arado de Lola la Taravilla porque ya quiere empezar a preparar la siembra de su maíz de temporal.
Trini lo escuchó y le contesto con ese silencio que todo lo sabe, espero dos minutos acomodo sus nalgas en las sabanas y contestó.
- Tu hermano se hace péndejo, quien no sabe que se va a coger a Flora la tortillera, cree que porque ella ha parido ocho veces le va a dar un hijo pegado.
Cleto sonrió pa adentro, en realidad en esa comunidad todos se conocian sus secretos, nunca se los llevaba el arrollo porque curiosamente la corriente terminaba en una laguneta donde los hombre de otro pueblo se dedicaban a la pesca.
Cleto solo respondio.
- Si, se hace péndejo y Flora hace péndejo al Nahuál de su marido.

El marido de Flora era conocido como el Nahuál por dos razones una por feo y la otra porque todos sus hijos no eran suyos, en la noche se rumoraba que mientras el se convertia en animal, su mujer complacia a algún amante de ocasión.
El Nahual acudió a reforzar una cadena con Flavio Barragán el mayor de los hermanos herrero, un tipo muy duro, tosco, gordo mal hablado y alburero, con los amigos era muy divertido y con las damas era directo, galante y muy atento.
- ¿Que traís pinche Nahualote? Ya te dije que esa cadena no sirve.
El Nahuál le contestó.
- Ándale pinche gordo, tu la arreglas yo te pago y todos contentos.
Flavio Barragán, casado, con querida, dos hijos con su mujer y uno con su amante, creía ser dueño de todas las razones y de todas las mentiras, incluso dueño de su descanso pero eso en realidad no era cierto ya que el mejor de los tres herreros era el mas talentoso para la herrería y una persona chingona para algo nunca será dueño ni de su trabajo ni de su descanso.
Se escuchaba el golpeteo del hierro caliente,  Flavio Barragán, hacia milagros con la cadena del Nahuál que básicamente utilizaba para atrancar la entrada a la tortilleria donde su esposa solo por la iglesia, tenia su molino de nixtamal y su hornilla donde aquel enorme comal de mediodía era una maquila de tortillas hechas a mano.
Flora la tortillera, una hembra caballona, de uno ochenta de altura, guapa, de cabello castaño y ojos zarcos, muy buenas piernas y pechos generosos, casó con el Nahuál porque la agarro solita en el río el muy cabrón, primero le platicó y después le dió a tomar tequila de la botella, entre embustes y trampas ella solo recuerda haber amanecido desnuda en una cabaña a la orilla del río y el Nahuál encima de ella, no tuvo otro pensamiento mas que.
- Ya me chingué.
En realidad no le fué tan mal, los padres del Nahuál tenían buena dote y bueno hay que aceptar que su hijo la iba a tener dificil encontrar mujer, entonces a estas alturas y después de varios hijos, el Nahuál se merendaba a la mujer de todos y el marido de ella se cogia a Flora.


Flavio soltó una gran carcajada y le grito, pinche Nahuál tu último escuincle te salio guerito. 
-Jajajajajajajajajaja.

Contestó el Nahuál.
- Esque mi tío Matias, el hermano de mi Mamá es Güero.

El herrero le contestó con el pensamiento.
-- Si también el maistro de la telesecundaria, aquel que se coge a tu vieja en el comal que yo mismo hice es guerito.

El comal era de una sola pieza, de dos metros de diametro había sido uno de los trabajos mas chingones y útiles que los hermanos Barragán habían realizado juntos.
Una tarde afuera de la miscelanea "La Concha" el maestro de la telesecundaria enmedio de una borrachera, le confio a Flavio Barragán que la cadena tendría un eslabón dañado con una lima, el octavo eslabón dañado de esa cadena..... y que ella estaría adentro de la tortillería, ya no habría calor porque el comal se enfría a las dos horas, acordaron que sería ahi porque una vez puesta la cadena nadie mas quiere regresar a ese local. 
Recosto a Flora sobre el comal mientras la cadena solo parecia puesta, las paredes de casi medio metro de anchor de adobe rebotaban los gemidos y orgasmos de quien sobre aquel comal frío, encendían una vida nueva.

Flavio le respondió al profesor, maistro, aquí, los secretos son de todos y de nadie, el pueblo es tan pequeño que lo que aquí sucede, se queda entre nosotros y ya, asi nomas, si, uste' se cogió a la Flora y varios mas también, eso es una realidad que no le tiene que pesar a naiden, tantito el Nahuál sepa, se hará wey y todos contentos, a el solo le importará que su cadena este remendada para que lo que pasé en la tortillería se quede ahí.
Al otro día en la mañana en uno de tantos caminos donde la vida forma una diagonal, José caminaba delante de Nicolasa y al cruce el Nahuál arreaba una mula donde venia sentada la Flora, los hombre se saludarón y cruzaron medias miradas con sus mujeres, se despidieron.
Nicolasa miró a la Flora y le dedicó una flor en pensamiento.
-- Esta mas nalgona la Trini.

Flora miro a Nicolasa, le sonrrio y se fué pensando.
-- Tú me envidias las nalgas y yo se las envidio a la Trini.

José miró a su amante la Flora y se le antojó pensar.
-- Esta cabrona no le pide nada a la culona de la Trini.

Y el Nahuál pensó.
- Que buenas nalgas las de la cuñada de este cabrón.


Germán Diego.
México.

domingo, 24 de julio de 2016

Mexicana

Mexicana.
Medio desnuda frente al espejo, disfruta mirar sus grandes senos, naturales, duros, erguidos.
- Y pensar que hay quien se los opera.
En ese instante, dos años después de la separación de su ex pareja estaba sola y su reflejo en el espejo.
También la acompañaban algunas sombras y siluetas de su pasado, de música de fondo se acompañaba de la radio en AM y canciones viejas de los años cincuenta, melodías escuchadas por su abuelos de tantos origenes que resultaría largo acabar.

Las cartas atrasadas no han sido contestadas aún, la dama se toma dos horas y media a la semana de un Sábado o Domingo, tres veces al mes para contestar su correo.
Le gusta, no leerlo directamente de su Iphad e imprime una hoja de los marcados como favoritos de las personas importantes en su vida, la impresión es en papel bond imitación papiro o papel amate.
Cuidadosamente las dobla y las coloca en una caja de Olinalá en laca rosa con blanco y decorada con palomas y colibrís.
Lee desde su balcón, un espacio decorado en caña y mimbre, con plantas florales alrededor y una mesita con base de cristal donde una gran amiga le realizó un pequeño vitral con motivos muy urbanos, diseño clásico, discreto.
Para contestar las misivas, detras de cada hoja, escribe a mano las respuestas y después desde su tableta escribe los correos electrónicos, personales, especiales. En ocasiones y solo en ocasiones especiales, redacta cartas a mano y va a la oficina de correos a enviar una carta del modo tradicional.
Una buena mañana decidió despertar, la cama king size lucia como un oceano blanco y verde aqua, ella tan ella, recostada y de media pierna de fuera escapando de las sabanas con el cabello suelto, impecable, desnuda, solo hacian juego con su cuerpo algunas prendas de Victoria secret colgadas del reposet donde ella veía películas exclusivamente de Cannes y algunas Golden globe.
Hace algunos minutos estaba despierta, con los ojos cerrados adivinaba el reloj de sol que su ventana piso techo dejaba pasar aquel az de luz de la mañana.
Abrió sus ojos y un verde esmeralda escapó lentamente de su mirada curiosa por saber si todo estaba en orden,  la noche anterior había acordado con su mejor amiga y asistente en el trabajo la hora exacta en que seria avisada para alistarse para el trabajo.
Marifer despertó a las cinco treinta de la mañana, preparó el almuerzo para sus dos niños y su esposo, planchó alguna ropa y prendió el televisor para oir, si, oir el noticiero de la mañana, después de ver el estado del tiempo, el tráfico y los deportes, le sonó la alarma para despertar a su jefa y mejor amiga.
Sonó el teléfono, ya eran las siete quince exactamente, ella con un baby doll leía el Excelsior en su antecomedor acompañada del primer café de la mañana.
Contestó.
- Hola.
Marifer medio sonrió y le comento.
- ¿Ya estas levantada verdad? No se porque cada mañana es lo mismo.
Ella contestó divertida.
- Cada llamada que me haces amiga es la confirmación de que te importo.
Marifer perdió su vista en el techo y.
- Si, eres importante para mi y mi familia.

Ella colgó el teléfono, camino nueve pasos y llegó a la tina de ceramica donde ya tenía preparado el baño, se limpió el cuerpo y el cabello no, aún asi esa mañana paso al lado de tantos hombres y los sedujo sin siquiera notarlos.
Caminó algunas calles por Reforma, con lentes rococó de diadema sosteniendo su cabello castaño y un ritmo despampanante en sus pasos y caderas, su vestido blanco Otoño invierno Channel la hacia sentirse tocada por cada mirada de la ciudad, desde luego a ella le encantaba ese manoseo de atención mientras sus pasos altivos y su actitud de diva la hacen visible pero inalcanzable.
Le hizo la parada a un taxi muy a la mexicana como cada mañana de cada día laboral repitió 
-Santa Fe.
Su mente se quedo en blanco y sus ojos en la Diana cazadora y corrigió.
-Perdón, Polanco, Banamex.

Esa mañana tenia una junta importante de trabajo, era una junta tan pero tan importante que le pidió al taxista parar cerca de un puesto de nieves para pedir un helado de chocolate con almendras y mermelada de frambueza. (Doble).
La junta importante terminó como siempre con una victoria e invicta, salió del corporativo con rumbo no definido, tanto asi que terminó en la calle de Madero, camino rumbo al Zócalo y en Donceles dobló para Tacuba, recordó la exposición de Siqueiros en San Ildefonso, entró y se sació de la pintura del muralista mexicano.
Se emparejó a un grupo de visitantes que los instruía un guía, la exposición del experto era muy profesional y divertida por lo cual decidió unirse al grupo.
Al guía le gustaba de vez en cuándo hacer preguntas a su grupo para hacerlos participes del conocimiento.
Ella, vestida para una junta y visitante ocasional del museo aveces respondía un poco raro.
- Osea.
- Osea.
- Osea.
De buenas a primeras escuchó una voz clara, de buen acento, un tanto de buen ritmo y sin pose

- Este cuadro "Fiesta mexicana " pintado a tiza gris, es un reflejo del artista por decirle a cualquier extranjero que los mexicanos no necesitamos pintar colores para demostrar nuestra alegría, solo basta vernos...
Ella se perdió en su voz y en su claridad mental, no lo volteo a ver, disfrutó su voz y la expreción del guía al decirle.
- Muchas gracias, un punto de vista muy libre y muy interesante.

A cada reflexión y cada participación ella esperaba la de el.
A cada instante y sala del museo, ella se acercaba mas a el, en un vestíbulo de descanso, quedaron a la par, el se sentó en una banca y ella lo pudo ver, el era todo lo contrario que ella veneraba de un hombre, desde la complexión hasta el color de piel y la ropa, todo ajeno para ella.
Se sentó a su lado, y viendo hacia uno de los patios jardín, le dijo.
- Buenas reflexiones.
El contestó un ligero.
- Gracias.

Era la primera vez que ella no veía de un hombre su apellido, su cartera, nariz o color de piel,  automovil, su dirección, cuenta de banco u profesión.
Salió del museo llena de dudas aclaradas y de nuevas interrogantes.
Ella, caminó dos horas a casa, llegó cansada, con hambre y mucha sed.
Desde esa mañana inconsiente miró mas gente a los ojos, escuchó su voz.

Fue una muy buena manera de decidir despertar esa mañana.
Germán Diego.  México.

domingo, 17 de julio de 2016

Las nietas de Pandora

Las nietas de Pandora.
Zara la partera sudaba a chorros empujando bien fuerte el vientre de Celia la hija de enmedio de Rufina la Pandora.
Era el sexto parto exitoso de Celia, la sexta niña.
Unos minutos antes el sexto "marido" de Celia se habia ido, un jornalero que aparentemente buscaba el niño, no la niña.
Ya le habian advertido a Lito el Mar azul que Celia paría puras viejas pero a el le ganaron sus noches de pasión a la orilla del mar.
Quedaron solas puras ellas, la Pandora, Celia, Zara y la recien nacida.
Rufina la Pandora con ese humor cargado de ironía, dolor e inteligencia explotó.
- Se largo el pinche enano del Mar azul, te lo dije hija, ese hombre se iba a rajar si era vieja. Te lo dije.
Zara la partera agregó.
- En cuanto le dije, niña se dio la vuelta y se perdió en la bruma del manglar.
Terminó Rufina
-Nunca entenderé a esos que se dicen muy hombres y cuando su mujer pare una niña se vuelven putos y se van.

Celia ya tenia cinco niñas, la mayor Paola, la segunda Marta, la tercera Patricia, la cuarta Veronica y la quinta Rosa.
Al nacer la sexta niña en un parto difícil y muy tardado Celia no dejó de mirar un viejo calendario con una imágen de la virgen de Guadalupe.
- Se va llamar Lupita, Guadalupe.
Pensó mientras medio desmayada escuchaba entre sueños a sus niñas jugando en la calle.

Paola la mayor una niña casi mujer, responsable, muy inteligente, noble, estricta.
Amaneció vestida de rojo,  solo eso le faltaba el mero día en que su mamá también despertó queriendose aliviar, no se asustó tanto ya que su maestra de secundaria ya les habia hablado en una clase de todo el período que pasa por una mujer en su primera vez de regla.
Marta una niña gordita insufrible, inquieta pero bien invisible, por mas que se hacía notar no podía llenar su propio espacio.
Patricia mucho mas invisible, callada, pasiva, pensativa, noble, posesiva con sus cosas, esa niña era lectora de puro gusto, siempre traía algo que leer.
Veronica, inquieta, cariñosa, dificil, amigable, chillona, siempre sigue a su hermana la mayora.
Rosa era la mas pequeña, la mas mimada y protegida, al hablar chipilona, muy valiente y fuerte, dominante.
Las nietas de Rufina la Pandora ahora eran seis.
Hace cincuenta años, un cura llegó al pueblo, era letrado y muy culto, se podría decir "muy drástico y léxico" conoció a Rufina, una niña muy especial, de muchas personalidades, el padre la rebautizó como "la Pandora" por ser siempre una caja de sorpresas, hija única, de tantas historias y mitos, huerfana del bautizo y de la primera comunión hasta que llegó aquel sacerdote que vió en la pequeña niña, una mujer de esas que nacen cada siglo para cambiar al mundo.
En realidad la sociedad de ese pequeño pueblo costeño todavía no estaba preparada para que una mujer cambiara el mundo o mejor dicho, su mundo.
Rufina, salió de casa de Zara y se sentó en una piedra de amolar en el corredor, siempre empantalonada sacó un puro casero hecho por ella misma y lo prendió de un golpe, mientras fumaba veía a sus nietas jugar a los encantados en plena calle.
De una de las bolsas traseras de su pantalón de gabardina, tomo un libro de cuentos cortos de varios autores, se concentró en la lectura mientras recordaba entre pausas de cambio de página lo feliz de su niñez mientras escuchaba a sus nietas jugar en la calle.
Conocia perfectamente la personalidad de cada una de sus cinco nietas pero le intrigaba mucho la sexta niña y esque a cada una de ellas las amaba por el echo de ver siempre algo o mucho de ella en las chamacas.
Se acercó a ella Paola y directamente le preguntó.
- Abuela ¿Que fué?
Rufina le miró fijamente entre tierna y cansada, feliz y contenta. Respondiendole.
- Niña.
Paola esbozó una sonrisa inocente y sincera, dió media vuelta y dos pasos, pausó todo y regresó con su abuela para decirle.
- Hoy me bajó.

Rufina la miró directamente a los ojos le sonrió y le propinó un enorme y cálido abrazo, mientras recitaba.
- Eres y serás una chingona mija y esto es solo el comienzo de una vida llena de chingaderas y pendejadas pero de pequeños momentos tan felices que la vida valdrá la pena en cada caída y en cada vez que te levantes pero en especial cada que aprendas algo.

Paola lloró y abrazó a su abuela, le dijo que si con la cabeza y se sentó junto a ella.
Marta y patricia peleaban mucho, todo el tiempo,  por cualquier cosa.
A Rufina le divertía muchísimo que esas dos siempre anduvieran de la greña.

Le recordaban esas guerras internas entre ella misma, teniéndose que aguantar y reconciliar todas las noches y mañanas.
Aveces duraba brava con ella misma meses enteros.

Dieron las nueve de la mañana y el hambre hacia alboroto por dentro de los estomaguitos de las niñas, la Pandora corto de un árbol unos guajes y mando a Paola por kilo y medio de tortillas, cortó cinco limones de limonero en casa de sara y en un huaje de seis litros de agua preparó agua de limón bronca, sin azúcar.
Las nietas de la Pandora desayunaron ese día tacos de guajes con sal y agua de limón, las caritas contentas del Veronica y Rosa encendían las nueve y media de la mañana, ya casi dormidas su abuela, su gran amiga les cantó algunas canciones de Cri-cri y quedaron dormidas con con una sonrisa cálida y satisfecha.
El único enigma para Rufina la Pandora fueron siempre los hombres, nunca pudo entenderlos ni descifrarlos, vivia con tantas interrogantes que le era difícil aveces concentrarse en los días y peor en las noches.
Pasaba por enmedio de la calle la una de la tarde, Zara le entregó a su hija y a su nieta, no hubo ni mula, ni carreta ni nada.
A pie se fueron a casa por esa ligera pendiente de calle estéril pisada por pies pequeños  descalzos llenos de nubes y de sueños.
La casa de Celia era parte de un matriarcado muy bien estructurado ya que en un gran terreno en lo alto de una loma bonita donde no se perdían detalle de nada, utilizado como punto de referencia para mucha gente en ese domicilio emanaba la luz de la vida.
Eran las tres de la tarde del hambre, el viento de ese instante se confundía con tantas ganas de muchas cosas, las voces revueltas en forma de murmullos se percibían solo de cerquita, la recién nacida estaba dormida y las mujeres preparaban la comida, un guajolote gordo y joven que Rufina habia escogido para la ocasión.
La vida mas que nunca habitaba esa casa tan llena de abandonos y de falta de fe, la vida ahora, se pasea por el corredor enorme de los sueños de las niñas.
Las seis de la tarde tocó a la puerta en forma de remanso y de terraplén, las tías de las niñas así como llegaron se fueron, simplemente fueron a confirmar la noticia.
Si, fué niña.
A las nueve de la noche, donde pasan tantas cosas en cualquier parte de la humanidad, las cinco niñas dormitaban y dormían en un colchón individual que no era nuevo pero que todavía conservaban el hule de protección que Celía habia decidido dejarle ya que la rosa era bien miona, tanto que aveces hasta de a tres orinadas se echaba dejando bien calientitas a sus demas hermanas.
Rufina la Pandora recostada en la silla mecedora del corredor de su casa, contenta, aliviada, fumando y viendo las estrellas vió a lo lejos una sombra pequeña que poco a poco se acercaba, no agudizó la vista ya que ver sombras a lo lejos era algo común.
La sombra se empezó a hacer figura y hombre, reconoció la silueta y su expreción después de levantarse de la silla mecedora fué.
- Que chingaos...

Se apresuró a llegar a la casa de Celia pero la persona se le adelantó.
Apunto de estallar, alcanzó a ver por la ventana al Mar azul con dos bolsas, habia ido por ropita para bebe rosa, buscó en todo el puerto y le llevó a su hija lo mejor en utencilios para bebe.
En la otra bolsa traía su ropa y sus papeles para desde ahí empezar una nueva vida al lado de Celia.

Flora la Pandora miró a su hija Celia y al Mar azul abrazados observando a Guadalupe.
Germán Diego.
México.

domingo, 10 de julio de 2016

Acapulco

Siempre he visto la ciudad de México como un bello paraíso templado con cultura, tradiciones, actitud, personalidad y vida.

Esa mañana la ciudad era un infierno, si, un infierno frío.

Tenia un trabajo excelente, eso de ser desempleado esta muy de moda, también una bellísima relación de amor y pasional con nadie.

Pero bueno, estoy hablando mucho de mi........

Y de mi no es esta historia.

Irene escuchó de su abuelo desde pequeña muchas historias sorprendentes y mágicas acerca del mar.

Era muy niña y su abuelo paterno la sentaba en sus piernas y le platicaba de sus años como marinero en aquella base naval en pie de la cuesta.

Muchas de las historias giraban alrededor de su abuela paterna, del como se enamoraron en aquel puerto paradisiaco de playas doradas y de magia en cada calle y casa y gente.

El abuelo contaba en una de tantas repeticiones de tarde.

-Era una tarde en el viejo zócalo, la vi, caminaba sin rumbo de la mano de un helado de coco, su cabello quebrado a media espalda era la brisa misma de la bahia, sus pasos descalsos hacian juego perfecto con el par de sandalias colgando de su brazo.

Piel de cobre y ojos de aceituna perdidos en los árboles de mango de mas de cien años, era Mayo, el calor le pegaba su huipil fajado de la cintura con una pañoleta de seda amarilla a cada uno de sus poros, el sudor de su espalda humectaba su cintura y sus caderas se sincronizaban con la marea y el oleaje que se escuchaba bajito a lo lejos.

No me miró, su sonrisa como la brisa me acaricio de lado, el motivo perfecto fué haber derramada sobre mi uniforme de gala esa mirada. Aceitunada, perfumada de parpadeos coquetos, libres, alegres.

Su estampa entera se entrego a la música de fondo de la orquesta de la marina, se paseaba por sus piernas un ritmo sensual, delicioso con ternura y fuerza.

Ahí la conocí, donde la realidad acaba y empiezan los sueños, donde se estrenan sensaciones con aromas a el horizonte del Pacifico.

Pasaron los otoños e Irene sentada en la tumba de sus abuelos recordaba sus histórias.

Llegó a casa y en el altar de muertos se presentaban los mas deliciosos platillos culinarios, mucho mole, arroz, guisados y en un rinconcito un helado de coco.

Ya eran veinte Noviembre de aquella última história que Irene escuchó de su abuelo, otros diez años pasaron y la niña pasó de una adolescencia muy feliz a una juventud repleta de perdidas y periodos, etapas de muchas nadas.

También los años dejaron un fuerte olvido al mar. Las noches pasaron de histórias fantástica y entrañables en ir a dormir cansada pero sin soñar.

En un Marzo.

Las cinco de la mañana y una bruma de humo y neblina inundaban la estación del tren, Irene tenia pensado viajar a ver a sus padres que vivian en Querétaro.

El murmullo de la gente nacía y moría después de  cada paso, las vendímias de atole, café y tamales eran un suspiro de intenciones para dejar de tener esa hambre mañanera.

La mujer se armó de una guajolota y un arroz de leche para llevar comiedo parte del camino.
El bajío al amanecer y en tren es un sueño, Irene recordó tantas mañanas de la mano de su abuela viajando a Querétaro, una paleta de limón y un dulce de chilacayote en conserva.

El sueño y el sibato del tren sorprendieron a Irene.
La estación simplemente no era la de Querétaro, alzó la media mirada y se leía clarito " Buena vista" México.
Las contadas veces que Irene había estado en la capital habian sido muy simplonas, dos veces llegó en autobús y una o dos veces en automóvil, no recordaba, habian sido situaciones muy olvidables.

Irene caminaba por Buena vista y sostenía todavía en su mano derecha un enorme bostezo, fué cuándo justo enfrente de su camino ese enorme cartel con palmeras y una playa de pié de cuesta invitaban a visitar Acapulco.

Irene no conocía el mar.

Salió corriendo de la estación de Buena vista y tomo un taxi.
- ¿En donde salen los autobuses que van para Acapulco?
-- En Taxqueña, contestó el taxista extrañado.

Llegó a la terminal de autobuses de Taxqueña con el deseo en la punta de los dedos de los pies, corriendo la interrumpió un teléfono público.
Llamo a sus padres y les contó donde estaba.
- ¡Me voy para Acapulco!
Los padres de Irene callaron por unos segundos y el padre le contestó.
- Hija, ya estas grandecita, ve y encuentra lo que buscas, tus abuelos me llevaron de niño y fueron buenos momentos.

Irene pidió su boleto y para las Once de la noche salía el autobus con dirección hacia el puerto.

Irene, morena clara, ojos miel y cabello negro azabache, alta de piernas generosas, cuello alto y delgado, muy buena estampa, estudiante trunca de la carrera de derecho internacional, buena cocinando y excelente conversadora, agradable, guapa y muy gris desde hace ya unos años.

No conocía el mar.

Las seis y media de la mañana vestian de cuesta de sol el parque del Veladero.
La mañana arropaba unos veintidos grados centígrados (22°C) y la terminal de la estrella de oro parecia un teatro medio vacío, la gente murmuraba la llegada al puerto turístico mas bello y conocido del mundo.

Irene bajó del autobus como una niña, su mirada era curiosa y muy sorprendida, la terminal de autobuses era una carta fuerte para empezar una nueva historia.

Recordaba de su abuelo la hubicación perfecta del parque Papagayo a unos cientos de metros de ahí.

Como si Acapulco fuera su lugar de residencia, tomo camino por avenida Cuahutemoc dirección Norte, mientras las siete y tantos de la mañana la perseguían con ese calorcito rico de la mañana.

vestida de jeans azules y una blusa gris perla que se quitó para quedar con una camiseta de algodón roja, la mujer llegó a la gran fuente en forma de piñata que adorna la entrada Oriente del parque.
A esa hora hay mucha gente en ropa deportiva, caminando, trotando o haciendo rutinas de acondicionamiento físico.

Era la sombra de un enorme árbol de mango floreando, el mes de Noviembre se estaba acabando y las citas en el parque eran un auténtico día de campo, ella llevaba postres y el algo de tomar y botanas.
En esa ocación el abuelo de Irene llegó tarde, la muchacha esperaba ya veinte minutos en la misma banca, en silencio el se sentó a su lado y le dijo.
- Perdón por llegar tarde.
Ella contestó con una breve sonrisa de no pasa nada.
- No te fijes.
El fué directo.
- Mi padres ya no pueden trabajar la tierra y hace horas recibí un telegráma.

El telegrama breve fué muy difícil de leer para los dos.

"Tu papá muy enfermo, el ganado mal, la cosecha se perdió."

El marinero amaba el mar su carrera de las fuerzas armadas y sobre todo a su novia.
Con la mirada al frente le confió a la mujer.
- Me daré de baja y aunque el mar, la marina y tu son mi vida, tengo que ir a cumplir con mi familia, lo que mando no alcanza y no puedo dejar solos a mis hermanos. Ven conmigo, el bajío es hermoso y contigo ahí lo será más. Quiero que seas mi mujer, ya casi pierdo el mar y mi carrera militar y no te quiero perder.

Irene no dejaba de buscar una banca debajo de un gran árbol de mango.

Eran las nueve de la mañana, Irene se aferraba a una Yoli en embase de vidrio, en la banca tenía unos mangos con salsa búfalo y trocitos de coco con sal de grano y limón, era la misma banca, la misma compañia y el tiempo no pasa, el tiempo sigue.

Irene encontró una salida en la parte Norte del parque, hizo la parada a un taxi bocho blanco con azul y pidió la llevara al zócalo.
Los taxis carácteristicos en Acapulco son bochos sedan pintados de color azul rey con blanco, en realidad son una combinación de colores horrenda pero la gente ya los tienen identificados.

El taxista le preguntó.
- ¿Por la costera o por aquí?
Ella respodió.
- Por donde sea mas rápido.
El taxista no tuvo otra que llevarla por Av. Cuahutemoc ya que a esa hora de la mañana el tráfico es menos pesado de Sur a Norte.

El taxi la dejó en la entrada al viejo ayuntamiento enfrente de la catedral.
A cada paso crecía su emoción.
El zócalo de Acapulco es muy pequeño, los turítas casi no lo visitan, no saben que existe, sus visitantes son locales y visitantes que van a tramitar algunos papeles al H. ayuntamiento.
Hay lugares que se descubren caminando e Irene redescubría Acapulco en cada paso un recuerdo y en cada recuerdo una realidad.
La catedral de Acapulco dedicada a nuestra señora de la soledad, austera, simple, sencilla, blanca, abarrotada de sombras de viejos árboles que la hacen parecer un tanto invisible.
Entró a la catedral con pasos lentos, los rumores de todos los templos del país parecian murmullos y la atmosfera era muy clara, iluminada de la luz de las diez de la mañana.

Irene se sentó en una de las bancas de hasta atrás.

Sus abuelos entraron juntos a la catedral de Acapulco no necesaríamente para escuchar misa de doce, el abuelo sonreía y la abuela tenía una expresión en el rostro muy suave, relajada.
Su abuelo  acentó.
- Es momento perfecto para decirtelo, hoy en la mañana me aceptaron la baja de la Armada de México, tengo días para dejar todo en orden ¿Ya lo pensaste? Quiero que te vallas conmigo, casarme contigo y que me acompañes toda la vida, voy a trabajar muy duro y te juro que regresaremos al puerto.

Su abuela de padre acapulqueño y madre gringa, hija de padres divorciados y con residencia en casa del padre.
La relación con su madre desapareció hace una adolescencia con una distancia del idioma y de país a país.

De padre celoso y un poco machista, tenía algo de liberal pero solo para los hombres.

En una plática de sobre mesa, platicó con su padre.
- Conocí a un marinero, en el zócalo, mmmmm. salgo con el.
- El papá de la abuela siguió mirando el diario y a modo de broma le respondió.
- No vallas a terminar de lanchera hija.
Ella soltó una gran carcajada y la sostuvo por todo el día, hasta que se lo contó al abuelo, el se llevó la sonrisa a la base naval.

Irene recordó esa história y por un segundo pudo ver a sus abuelos tomados de la mano sentados en la que pudo haber sido la misma banca.
Desaforada salió de la catedral y buscó esa nevería donde su abuela encontraba los helados de coco, el calor de las once de la mañana pedía a chorros un delicioso helado de coco.
"Este país nace todas las mañanas a las once am." eran palabras de su abuela a la hora del almuerzo. 

Nunca un helado de coco habia sido tan difícil de encontrar hasta que apareció el letrero de helados-------- .

La abuela de Irene entró a la pequeña terraza en la calle de Coahuila en la colonia Progreso, la cual regalaba una vista panorámica del puerto de Acapulco, su padre por las tardes se sentaba en una silla tejida y disfrutaba de la vista y de las puestas de sol, era un gran acontecimiento familiar ver llegar los cargueros y yates del jetset que navegaban por la bahia.
La mujer se sentó en un banquito y le comentó a su padre.
- Me voy con el, se va a dar de baja y viviremos en el Bajio.
Su padre interrumpió la maravillosa vista del puerto y duramente miró a su hija, con palabras duras le respondió.
- Hija, dios sabe que eres prestada, nunca ibas a vivir aquí conmigo para toda la vida, creo que te eduqué muy bien y si llegó la hora de volar no me opondré, solo con una condición.
Ella miró a su padre como nunca antes y respondió con una mirada, 
- Lo que sea.
Su padre terminó diciendo.
- Quiero que el marinerito venga y el me pida a mi hija como ella se lo merece.

Irene dió tres vueltas al zócalo de Acapulco y como su abuela se acompañó de un delicioso helado de coco con chispas de chocolate de la Michoacana.

Miró a la gente, sus ropas, su forma de caminar, escuchó su manera de hablar y su abuela la porteña, la costeña como mucha gente le decía, la acapulqueña la tomó de la mano como cuado era niña y escuchó lo que nunca, era un sonido relajante pero con mucha fuerza, energía que venía del otro lado de la avenida costera Miguel Alemán.
Instintivamente volteo y acudió al llamado de sus recuerdos de infancia, ese sonido a brisa de mar y a oleaje suave la embriagaba y la poseía, poco a poco abandonó el zócalo y del panorama sombrío de mangos y amates fue  descubriendo de a chupadas de helado de coco el malecón y el puerto mas bello y conocido del mundo.

Irene conoció el mar.
El Malecón de Acapulco a las doce del día es fantástico y exótico, lo dorado de las aguas de su bahía son motivos suficientes para hipnotizar a cualquiera, simplemente es paradisíaco.

Irene no sabia que hacer ni que pensar simplemente echó a reír y soltó en llanto mientras todos sus sentidos estaban llenos de la bahía mas bella del mundo, nunca había escuchado el sonido del mar, solo tenia los relatos de su abuelo y por mas que se quisiera simplemente el sonido del chapaleo de las olas y del viento son en Acapulco espectaculares.
No tenía mas que hacer una mirada panorámica una y otra vez, los colores del mediodía, los sonidos, el aroma a sal, pescado, el aroma a mar, las embarcaciones y la gente de otros países caminando con el sol de sombrero por las diferentes plazoletas y grandes banquetas blancas a un costado de la costera.
El Sotavento, el barco mas famoso y conocido del Acapulco de sus abuelos, se mecía y se paseaba por la bahía, los abuelos de Irene tomados de la mano vestidos con ropa de lino y descalzos  caminaban por el malecón en un iluminado medio día.
Los padres viejos de su abuelo acudieron para pedir a la muchacha del puerto.
Ella, recibió a los señores del Bajío con un gran abrazo de mediodía en playa Condesa.
Los padres de su abuelo fueron al puerto a pedir a una nueva hija con todo un mundo diferente de costumbres y estilo de vida.

Irene tomo rumbo al Fuerte de San Diego, el puente blanco de arquitectura entre mediterránea y latinoamericana  simula un barco haciendo homenaje y recuerdo al Anao de China y al Marqués los mas importantes navíos de todo América latina  que sirvieron de puente comercial entre Asia y América.

Sus pasos eran entre nubes y sueños, a cada momento, instante que Irene respiraba, miraba en la costera de Acapulco ella se maravillaba mucho mas, no podía dejar de enamorarse del mar, de la bahía de su encanto y de los colores, a veces su ojos se perdían en el horizonte del océano y por primera vez en su vida se preguntaba ¿Qué había mas allá?

La casa de la gringa como era conocida en la colonia Progreso parecía esa tarde algo distinta, los vecinos vieron a gente con ropas muy de otro lado y acento distinto, esa tarde el abuelo de Irene en compañía de sus padres fueron a pedir a la acapulqueña hija de la gringa y del costeño, el clic fue mutuo, era el inicio de una verdadera fusión entre dos familias, los bisabuelos de Irene se cayeron muy bien, fue una amistad que les duro todas sus vidas, los casi esposos no podían creer que sus padres se caerían tan de maravilla.

Irene una mujer soltera y entre joven y madura seguía fiel miente los consejos de sus padres y abuelos, no era desconfiada mas bien era muy realista, a cada pretendiente lo trataba como igual, y aunque sufrió algunas decepciones amorosas muy fuertes nunca olvidó el consejo que muy seguido le recitaba su abuela.

“Hija, al hombre al que de verdad ames, a ese si dejalo entrar hasta tus ovarios a dejar fruto”

Decidió caminar toda la costera, no importando el sol ni el calor de esa Primavera, aunque el hambre aterrizaba justo al pasar por “el Buzo” restauran a la orilla del mar donde se pueden comer los platillos de esa zona y de ese lugar, alimentos para todos los paladares.  
Después de unas enchiladas placeras y un vaso de agua de jamaica con un dulce e tamarindo como postre, Irene salio a seguir disfrutando de l playa, se quitó los tenis y toco la arena con sus pies descalzos, el mar parecía una gran laguna, extrañamente no tenía mucha marea y el sonido de su tenue oleaje era muy relajante.

Al seguir por su camino ella fue recogiendo sus fragmentos olvidados con el tiempo,  la orilla del mar regresó a un montón de instantes que estaban revueltos y guardados en lo mas recóndito de sus sentidos, Irene guardo todo en el cofre de sus deseos y decidió ya por fin echarlos a la realidad poco a poco con las llaves de su vida-

Ellas valla que sabia disfrutar esos instantes sola en esos momentos no necesitaba a alguien mas sabia perfectamente que sus abuelos estaban con ella, eran los momentos que le faltaba pasar con ellos por que en realidad uno no necesariamente tiene que estar físicamente con la persona para estar acompañado de ella, lo que si es que un buen y bello recuerdo pegan mucho mas que una compañía a secas.

Las horas siguieron volando por la playa Tamarindos, ella seguía enamorándose y conociéndose con el mar y la bahía, jugaba con la arena e intentaba fabricar castillos de arena con la mente para que las olas del mar los derrumbaran, también construía sueños y proyectos, mágicamente Irene estaba con las horas recobrando la sensibilidad que hace años no tenia, las sensaciones fueron bastas y el éxtasis no terminaría esa tarde.

El crepúsculo se anunciaba con unas nubes naranja y un cielo turquesa lleno de brisa y de un tenue oleaje revuelto con entrañables recuerdos y sueños cumplidos y por realizar, esa tarde casi noche Irene disfruto una de las puestas de sol mas bellas de su vida y muy significativa en las playas de Acapulco.

Hay viajes inesperados donde te puedes reencontrar contigo mismo y con las personas que se han ido y que jamás regresaran mas que en un bonito recuerdo, pero eso no significa que estés solo y menos es un pretexto para que te sientas igual, hay detalles que te regala la vida como continuación a lo que se quedo pendiente y si logras detectarlos y mas que eso disfrutarlos y darles el valor que se merecen, tal vez un instante como ese ya no regrese pero seguro que vendrá, muchos mas, doblemente bellos e intensos por que de lo que se trata la vida es de disfrutarla a cada momento entre penas y contratiempos, amarguras y tropiezos que también te son muy útiles en su momento para disfrutar aún mas y mas de los momentos felices.

Irene después de conocer el mar, regresó al bajío y se recostó en el mismo sillón donde su abuelo le contaba historias y susurrando le dijo.
Abuelo, déjame que te cuente.

Germán Diego. 
México.